martes, 7 de septiembre de 2010

Gorilas del asfalto.

Cortesía del Wowowo
Un día, como cualquier otro, una mañana tranquila… sin preocupaciones. Ya es mediodía, llega la hora de conseguir alimentos pero, ahí están ellos esperando impacientes… también con hambre.
Unos mas grandes que otros, golpeándose entre ellos a cada momento, siempre muy activos, todos son agresivos. Así ¿como es posible encontrar nuestro alimento?, la vida tiene riesgos que hay que aceptarlos y superarlos para disfrutarla. Consientes del peligro nos movemos entre ellos esperando no ser atacados con la ilusión de que todos volveremos en perfectas condiciones.

Adentrándonos en su territorio vemos como con tal de sobrevivir llegan a comerse entre ellos, no pensé que fueran caníbales; nuestro inimaginable temor crece aun más al presenciar tan desagradables actos.

Pasa el tiempo y aun no encontramos nada para saciar el hambre… comenzamos a perder la calma. Para nuestra mala fortuna nos cruzamos con uno de ellos, no es muy grande pero no podemos confiarnos. Nos mira detenidamente y se aproxima para atacar, nos mostramos amenazantes, listos para recibirlo, en eso el se detiene y empieza a gritar llamando la atención de los demás. Ya no es uno, ahora gritan y nos persiguen más de una docena de ellos.
Desesperados encontramos una pequeña cueva, ellos son muy grandes para entrar, pero pasara un buen rato para que ellos se olviden de nosotros. El día termina y volvemos a nuestro hogar sin alimento alguno, todos llegamos bien, aunque cansados y hambrientos. Mañana será otro día, lo intentaremos de nuevo… no nos rendiremos.

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