jueves, 1 de julio de 2010

El Gato Polito


El Gato Polito VUUUEEEELAAA por el aire...

Mi amigo Ascarasis Lumbricoide.

Todo empezó un viernes por la noche.

Día Cero:
La noche del día Cero fue una noche con demasiada cerveza, frituras saladas y sudor en exceso causado por actividades diversas que no soy capáz de recordar debido al genocidio de neuronas que autopropicié.

Día Uno:
Mi corazón ha cambiado de lugar y ahora laté fuertemente en mi cabeza, no en mi pecho que es donde debería de estar, la luz parece ser cientos de veces más intensa de lo que jamás había sido y los pies me arden como si hubiera caminado sobre brasas toda la noche; por unos cuantos segundos no recordé quién era, qué hacía o qué había hecho horas atrás pero por fortuna la mitad de la cinta volvió a mi mente, pudiendo así rescatar fragmentos capacez de mostrarme un resumen de la película vivida en el día Cero.

Ahora que recobro el sentido me doy cuenta de que mi lengua está seca, tan seca como el desierto más infernal de esto que llamamos Planeta, me cuesta trabajo moverla y mi paladar pide unas gotas de agua, no quiero cerveza, esto es algo fuera de lo convencional pero igual si lo hubiese deseado, las birras también se habían extinto. Me levanto y camino sobre mis pies ampollados (ampollas rojas, llenas de sangre), no son muchos pasos hasta el refrigerador pero en la condición en la que me encontraba me parecieron kilometros. Llego al pequeño refrigerador de mi habitación, abro la puerta, no hay agua... Voltear hacía un lado y hacia abajo me provoca un fuerte dolor de cuello y parte de la espalda, pero tenía que rectificar si había líquido sagrado en el garrafón: no... No hay agua.

De pequeño me enseñaron a no tomar agua de la llave, me decían que me podía hacer daño en mi pancita o que podría morir trágicamente por el ataque de un ser supremo para con los niños que no obedecen a sus madres (la primer amenaza me asustaba más). Ya no soy más un niño, el castigo que le había dado a mi cuerpo el día Cero demostraba que ya no lo era más: un niño no habría hecho eso.
"No importa, beberé agua de la llave, agua del tinaco" - Me convencí a mi mismo a empinarme de un gran vaso de agua del lavabo, la cuál era espesa, de tono cafesoso y salada pero al fin y al cabo: AGUA. Una vez que mi lengua, paladar y estomago fueron humectados me arrojé a la cama y cerré los ojos. No hubo más.

Día Dos.
Abro los ojos, volteo a ver el reloj digital de grandes números verdes situado del otro lado del cuarto el cuál marca las 11:47 am (milagro, es más temprano de lo que creí). Los pies ya no duelen tanto, el corazón ya recorrió un tramo hacia el lugar donde debe de estar y aunque mi lengua sigue adolorida y tengo mucha sed, ya no duele tanto como en el día Uno. Sigo acostado y me volteo de lado para recoger mi cartera que estaba tirada al lado de la cama: MIL AGUJAS SE CLAVAN EN MI CABEZA!, QUÉ ES?! QUÉ ESTÁ PASANDO?! pego un brinco de la cama para situarme rápidamente frente al espejo olvidando todos los "males" anteriores y veo: Eso.

Una gran bola carnosa cerca de mi ceja izquierda, a mitad de camino para la sien. El color es rojo con amarillo y si mis ojos recién levantados no me mienten, también tiene verde alrededor; los escalofrios recorren mi cuerpo y la típica frase que me repito a mi mismo cuando algo sale mal retumba dentro de mi cerebro: "Ya valio verga..."

Me armo de valor, regreso al espejo, aproximo mis dos manos hacía la cosa más asquerosa que había visto en mi vida la cuál formaba ahora parte de mi cuerpo y con todas mis fuerzas "exprimo" a lo que subconscientemente había llamado ya, bola de cagada. ------- Caigo al piso ---------

Día Tres.
Despierto. Me siento feliz. Un hilillo amarillento corre por mi cara y mancha parte del piso pero el fluido ya está seco. No siento dolor y mi cabeza es ligera, tan ligera que si no estuviese atrapada por mi cuello se iría flotando hasta más allá de la atmosfera. Como mis oídos siguen pegados al piso escucho que algo diminuto pero significativo se arrastra junto a mi, sí... es un gusano, sí, ese gusano salió de mi cabeza, sí, ahora ese gusano me pertenece y yo pertenezco a él. Con gran e incomprendible felicidad y pasión lo tomo con mis dedos y lo situó en la palma de mi mano derecha, "te voy a nombrar Ascarasis"

Ascarasis recorrió toda la habitación mientras yo lo observaba con ojos fascinados, no sé por qué mis ojos ahora tenían un color rojizo enfermo, mis labios estaban partidos y mi piel tenía manchas por todas partes pero me sentía contento, feliz, anonadado por la belleza de Ascarasis, él había sido hasta el momento mi mejor amigo, parte de mi y yo parte de él.

Día Cuatro, Cinco, Seis, Siete, Ocho y Nueve.
Mis tripas rugen pero no siento hambre, supongo que ya ha pasado mucho tiempo desde el día Cero, supongo que ya tengo demasiado sin comer ni tomar agua pero no hay necesidad, aunque mi piel ahora se esté cayendo a pedazos, mis huesos no tengan la fuerza necesaria para levantarme de la cama y el cabello casi se me haya caído a la totalidad. Sigo admirando a Ascarasis, el cuál por momentos parece contarme historias fascinantes del poco tiempo que vivió dentro de mi cerebro, pero no creo que un gusanito pueda estarme hablando, así que desecho esas semi-alucinaciones mias y trato de pensar en otras cosas, cosas como las que hice el día Cero y mi mente borró por excesos que ahora me parecen vanos. Ascarasis quiere volver a mi cabeza... no tengo por qué negarlo, de una u otra forma, de ahi salió, no?

Quizás tiene hambre, quizás tiene frio...

Día Diez.
Ya no soy. Ya no estoy.

Días. Días despúes.
Soy todo gusanos. Soy todo gusanos: Soy muerte.

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