martes, 20 de septiembre de 2011

La Tortuga Roja


A la tercera vomitada me di cuenta de que era por ella... Mi enfermedad la ocasionó su existencia y su existencia fue mi mejor vicio por mucho tiempo, esa voz que degustaba con exquisito regocijo se tornó en una mancha guinda con tintes verdes y filosas puntas que se empezaron a enterrar cada vez con mayor profundidad en mis sienes. Quisiera decirles que he dejado de hablar con ella y también quisiera decirles que he dejado de frecuentarla pero eso no sería cierto... Caigo en lo más profundo del pozo porque yo mismo me abalanzo contra sus muros.

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Sentí absurdamente que el veneno que me mantenía con vida jamás se agotaría, que por el contrario acabaría terminando con lo que quedaba de mi; cuál fue mi sorpresa cuando apareció la tortuga roja. Trepando lentamente por mis piernas con un color incandescente y peso de odio. Ojos de reptil lo más abiertos posibles y una sonrisa lejos de parecer sincera en su prehistórico rostro. ¿Por qué había que quedar así? ¿Por qué la tortuga apareció cuando apenas comenzaba a soñar?

Sigo hablando con ella, la sigo pensando de tanto en tanto pero los estragos que ocasionó la tortuga roja fueron permanentes.

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