viernes, 5 de agosto de 2011

El Arból...


Cada que se presentaba la oportunidad ella decía “puedo olerme mi nariz…” Luego de conocer uno de sus principales hobbies le pregunté con naturalidad. “¿A qué te huele la nariz, morrita?... ¿A ‘hombre’?”.

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No es que el humor a veces se torne agrio, es sólo que la honestidad en la realidad suele ser demasiado cruda. Un sabio árbol me enseñó a ver las cosas desde una perspectiva diferente, en realidad ese árbol fue quién me hizo gran parte de lo que soy y sé que me considerarán loco o algo extraño por hablar con un árbol pero sé que si hubiesen tenido la oportunidad de conocerlo su cerebro se hubiera tornado tan seco como la lengua de un alcohólico al que han despojado de su trago.

Las tardes de mis días jamás fueron las mismas junto al árbol, en verano, sus argumentos hacían tornar el intenso calor en una especie de droga amiga para abrirme la mente e hipnotizarme a mi mismo, creer en lo increíble, amar lo antes odiado y viceversa. Antojarme de la carne prohibida, despreciar lo genérico, disfrutar de lo bizarro y cambiar el café claro de mis ojos por un espiral rojo de cortas interrupciones. El sabio árbol hablaba demasiado pues él sabía que cada palabra salida de su inigualable existencia valía la pena de ser.

En invierno las cosas cambiaban, mi amigo no hablaba tanto, más bien me sometía a una especia de prueba y me hacía hablar a mi para luego argumentar a favor o en contra de mis comentarios (la segunda ocurría con muchísima más frecuencia) y lograba en la mayoría de las ocasiones sacarme de quicio, desear orinar en sus raíces y escupirle directamente en las hojas, ustedes saben que es típico del ser humano sentirse aterrado ante la inteligencia y estropeado cuando no se logra tener un cerebro privilegiado como el de aquel que te cuestiona. El clima fresco me hacía calmarme y recapacitar sobre sus palabras, las cuales, si no es que fuera porque todo depende del cristal con que se mire, tenían en un 90% la razón.

Durante la primavera y el otoño mi amigo no escuchaba ni comentaba, supongo que estaba en una especie de sueño o quizás meditando para sí. Como sea que haya sido, aún así lo visitaba para leer un buen libro bajo su sombra o quizás aprovechar de su estado inconsciente e invitar a alguna mujer a mezclar la sabiduría con nuestro instinto.

Una tarde de invierno tuvimos una discusión algo errática sobre las frecuencias naturales de las ondas paralelas al cielo y el infierno, los pulsos que controlan las olas y la cantidad de cráteres en la luna. El autoestima de los adolescentes, los traumas de la vejez y la pobreza mental del absurdo ser humano promedio… como era de esperarse, no pude controlar mi temperamento y exclamé: “¿Qué vas a saber tú si eres sólo un árbol?”. A la mañana siguiente regrese y mi amigo ya no estaba. ¿Acaso los árboles pueden arrancarse del suelo y simplemente mudarse a donde les plazca?...

Sólo de una cosa me arrepiento en lo que va de mi existencia… SÓLO DE UNA. De haber sido tan estúpido con lo que más me ha ayudado en esta vida, de haber actuado como lo que siempre he odiado: como una persona más.

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Entonces, bonita… ¿A qué te huele la nariz?

Los Angeles Negros - Antes de que nos olviden (Video Oficial)



¿Cómo la ven con este cover, gente?...

Hawaii & Mas